Expertos identifican tres tipos de países americanos que están fuera del Pacto de Bogotá

Países que no ratifican el tratado, estados que no firman por estar bajo las decisiones de potencias o el caso de Colombia que se retiró luego del fallo frente a Nicaragua.
por Camila Díaz – 14/02/2014 – 15:32
La tercera http://mobile.latercera.com/noticia/politica/2014/02/674-565359-9-expertos-identifican-tres-tipos-de-paises-americanos-que-estan-fuera-del-pacto.shtml

El Pacto de Bogotá está conformado por la mayoría de los Estados en América, sin embargo, las condiciones de las firmas es la principal diferencia entre los países que lo suscribieron en 1948. Si bien, Chile no ratificó el pacto de inmediato, en 1974 el Congreso Nacional lo integró en las leyes del país.
Sin embargo, no todos los países están en la misma condición de firmantes en el Tratado Americano, Nicolás del Valle, director general del Centro de Análisis e Investigación Política (CAIP), explica que existen tres tipos de países en este acuerdo.
Uno de ellos, son los Estados que nunca lo pasaron por sus normativas internas y solamente se consideran parte por una imagen internacional, así lo explica Nicolás del Valle, “hay países que firman el acuerdo, pero no lo ratifican, ejemplo de eso es Estados Unidos, esto es parte de políticas exteriores nacionales, es decir, ellos no tienen ningún problema contra el Pacto y lo firman. No lo ratifican para que no tenga efectos internos y obligaciones al Estado respecto a la política exterior”.
Entre los países que se encuentran en esta categoría esta Estados Unidos, Argentina y Venezuela, que establecieron sus políticas internas por sobre los conflictos internacionales en el continente, decisión que fue tomada en 1948 cuando se reunieron en la IX Conferencia Panamericana en Colombia, “Argentina tomó la decisión política en su minuto, no fue en base a una coyuntura, hizo la reflexión e hizo la prospectiva de lo que podía pasar” antes de comprometer la políticas nacionales, explica la directora del Magister en Políticas Sociales de la Universidad de Artes y Ciencias Sociales (Arcis), Francisca Quiroga.
El segundo tipo de países en el continente son aquellos que no forman parte oficialmente del Pacto, “hay otros países que no sólo no lo ratifican, sino que tampoco lo firman, primero, en general son países muy pequeños que están a la órbita de otros países”, añade del Valle, esto por sus limitadas posibilidades de decidir sobre sus políticas limítrofes, son Estados que “responden sus políticas exteriores a intereses nacionales externos por ejemplo Cuba respecto de Estados Unidos, igual que República Dominicana”, el tercer país en esta categoría es Guatemala.
Finalmente están aquellos países que no se mantienen el Pacto a pesar de haberlo firmado y ratificado, el gran ejemplo de esta categoría es Colombia, en noviembre de 2012 se retiró del Pacto de Bogotá.
El presidente colombiano, Juan Manuel Santos, en ese momento declaró “en el día de ayer (27 de noviembre de 2012) Colombia denunció al Pacto de Bogotá. El aviso correspondiente fue entregado al secretario general de la Organización de los Estados Americanos”, cuestionando el fallo de la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en la demanda con Nicaragua respecto a la soberanía marítima. Finalmente sentenció que “la decisión que he tomado obedece a un principio fundamental: los límites entre los Estados deben ser fijados por los propios Estados”.
Quiroga explica los problemas de retirarse de la forma en que lo hizo Colombia hace más de un año y desdecir la decisión tomada al ratificar el pacto, es algo que en “su minuto no lo hizo y después de un ejercicio que el país se debe someter a una decisión vinculante que no le gusta en uno de los componentes que tiene esa decisión, es una decisión más emocional”.
De la misma forma lo confirma del Valle, “Colombia que ha sido un país que ha tenido una postura muy parecida a la chilena, también de una tradición de respeto al derecho internacional y también la política exterior multilateral, el momento en que sale del Pacto pierde mucha credibilidad y prestigio internacional, porque demuestra que es un Estado que no está dispuesto a sostener las promesas, incluso luego de años y años de sostener las mismas posturas”.
EN CHILE
Si el país se retira del Pacto de Bogotá, quedará en una condición muy similar a la colombiana, como lo señala el director del CAIP, se “pierde credibilidad, y por lo tanto, cuando hay perdida de confianza, eso no solamente es perdida de confianza en temas diplomáticos, militares, políticos”, esta condición afecta en todos los aspectos. Sin embargo, “ningún país va a perder su completa credibilidad por un movimiento como este, pero si Chile sale del Pacto la prensa de los países vecinos va a funcionar en torno a esta coyuntura especial”.
Así también lo afirma Francisca Quiroga, “Chile y Colombia quedarían en igualdad de condiciones, pero eso no es un elemento que les permita mejorar su relación con sus vecinos, ni menos ejercer liderazgo”, señala que hay muchas otras estrategias que se deben considerar, “Chile tiene que moverse y reconocerse y además establecer acciones para anticiparse a los conflictos y no solo reaccionar y responder cuando llegamos a estos escenarios”.
La creación de una política de estado, pensada de manera transversal, porque ambos investigadores políticos señalan que los arbitrajes sugeridos tampoco presentan la mejor solución para el país, ya que “Chile ha intentado resolver los problemas de manera bilateral con Perú y Bolivia, pero no se ha podido, entonces como esta vía no ha servido, se apela a un pacto de corte regional para dirimir el conflicto” puntualiza del Valle.

Comunidades de memoria: el desafío de las políticas de Derechos Humanos

Publicado por El Mostrador, 11 de febrero 2014

El concepto de “comunidades de memoria” no fue utilizado en estudios o intervenciones sociales en torno a casos de memorias de las violaciones a los derechos humanos en Chile hasta un reciente proyecto del Instituto Nacional de Derechos Humanos, ejecutado por el Centro de Análisis e Investigación Política CAIP. Las comunidades de memoria son grupos humanos que se constituyen por los recuerdos del pasado, reproduciéndolos públicamente a través de diversas prácticas sociales, políticas y culturales. Todas y todos quienes participan en estas comunidades tienen algo en común: una falta, ausencia o pérdida de un cercano, un familiar, una vida. En Chile, la conformación de estas comunidades se ha caracterizado permanentemente por la lucha por la memoria, primero, para definir el sentido de lo sucedido, qué y cómo recordamos la violencia pasada y, en segundo lugar, para ser reconocidos como sujetos dignos de respeto y justicia. Que se conozca la verdad sobre los hechos ocurridos, que se encuentre y condene a los responsables y que se asuma la reparación de las víctimas como un desafío inacabable, han sido ejes de las luchas y políticas de memoria. Que los crímenes sucedidos de manera sistemática entraran en la narrativa de la historia oficial a través de políticas públicas, programas e instituciones, es resultado de estas luchas.

Sin embargo, en materia de procesos judiciales y reparación, los desafíos son aún mayores. Gran parte de las causas de DD.HH. están aún en proceso. Y esto es amplificado cuando se comprende que la justicia y la reparación son irreductibles a medidas económicas o judiciales. La existencia de memoriales, conmemoraciones públicas y el Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, son demostraciones de que tanto la verdad, la justicia y la reparación incluyen una dimensión simbólica ineludible. En cuanto a los lugares de memoria, se espera que expresen públicamente el sufrimiento que involucra la violación sistemática de los derechos humanos, pues de este modo se logra hacer patente la verdad de los hechos, se hace justicia a la memoria de las víctimas y se repara simbólicamente a los familiares, cercanos y amigos de los torturados, ejecutados y desaparecidos. Entonces, las batallas por la memoria que emprenden las organizaciones de la sociedad no son sólo políticas y judiciales, sino también culturales. Este último punto es quizás el desafío mayor de los próximos gobiernos: profundizar y fortalecer una cultura de derechos humanos.

El impacto, entonces, en el caso de las políticas de sitios de memoria, viene dado por la preservación y promoción efectiva de la memoria y los derechos humanos desde la tríada “sitio, comunidad y entorno”. En definitiva, ¿cuánto y cómo impactaron las políticas públicas en las comunidades y localidades respecto a la afirmación de una cultura de derechos humanos luego del reconocimiento de las violaciones de los mismos?
La responsabilidad estatal de verdad, justicia y reparación para una cultura de derechos humanos debe asumir que se trata de una tarea inacabable que, si se centra en la construcción de monumentos y memoriales, no puede olvidar a los sujetos protagonistas y herederos de la memoria promovida por el Estado chileno. Mientras que las políticas de reparación han apuntado a la instalación de memoriales que representen el pasado violento, los estudios que ha realizado CAIP demuestran la importancia del reconocimiento de las comunidades de memoria que mantienen y gestionan los sitios de memoria. Si las políticas públicas se han enfocado en los sitios, uno de los hallazgos es la urgencia de estudiar y consolidar a las comunidades de memoria. Esto queda corroborado con las experiencias de espacios sin comunidades que cultiven la memoria, mermando el impacto esperado y deviniendo monumentos o sitios desolados. Los lugares de memoria no pueden ser entendidos independientes de las comunidades, no sólo porque los primeros fueron, en su mayoría, impulsados por las segundas, sino, sobre todo, porque la mantención y gestión de los memoriales requiere de una participación activa de las comunidades vinculadas a éstos. ¿Cuáles son los recursos (humanos, técnicos, económicos) necesarios para mantener y gestionar un sitio de memoria? ¿Cuáles son las estrategias de las comunidades para reunir los recursos mínimos para gestionar un memorial? ¿Cuántas comunidades han fracasado en el intento de gestionar un sitio? Son algunas preguntas que los chilenos deben hacerse en torno a la proliferación de memoriales en nuestro país.

EVALUACIÓN DE POLÍTICAS PÚBLICAS DE MEMORIA
El año 2012, el Instituto de Políticas Públicas en Derechos Humanos del Mercosur elaboró un informe que responde al desafío de la evaluación de las políticas de memoria. Los países del Mercosur y asociados deben velar por la instauración de una cultura de derechos humanos en un nivel normativo y operativo que confirme el compromiso con estos principios que emanan del derecho internacional. De este modo, la agenda latinoamericana en materia de memoria y derechos humanos está marcada por la evaluación de políticas de gobiernos que han sido implementadas en los años posteriores a las dictaduras en la región.

Preliminarmente al menos, la situación de las comunidades de memoria vinculadas a los sitios de memoria es una dimensión, entre otras, a incluir en cualquier evaluación de las políticas de sitios de memoria. Preguntas sobre la vigencia institucional, las necesidades y la composición de las comunidades de memoria son algunas de las cuestiones a rescatar para evaluar los impactos sociales que generan las políticas públicas. ¿Cuánto y cómo impactaron los memoriales en las comunidades que se constituyen por el recuerdo de la pérdida y la violencia pasadas?

En Chile, gran parte de los memoriales construidos en los gobiernos de postdictadura fueron promovidos por organizaciones de la sociedad civil, como Agrupaciones de Familiares, y organizaciones de DD.HH. Las comunidades de memoria participaron desde un inicio en el reconocimiento de los crímenes. Esta pretensión supone un ejercicio público de la memoria en diversas actividades, como talleres culturales, visitas a los memoriales, educación en DD.HH., reuniones, eventos artísticos y estudios sociales. Esta característica puede ser verificada en todos los sitios de memoria que son gestionados por una comunidad. La promoción de la memoria y los derechos humanos es siempre un acto público. En otras palabras, al considerar las comunidades (y su relación con los sitios) en el centro de las políticas públicas, deben incorporarse indicadores que evalúen sus capacidades organizativas y de vinculación con el medio. La promoción de los derechos humanos implica un ejercicio público de ampliar su incidencia más allá de las fronteras de los memoriales, lo que significa estudiar las relaciones con el gobierno local y la sociedad civil. Sitios de memoria sin vinculación con el medio son espacios geográficos que no logran su propósito.

Las políticas responden a problemas públicos y tienen por objetivo abordarlos generando un impacto social, un cambio en la realidad tendiente a la resolución del problema creando un bien público. El impacto, entonces, en el caso de las políticas de sitios de memoria, viene dado por la preservación y promoción efectiva de la memoria y los derechos humanos desde la tríada “sitio, comunidad y entorno”. En definitiva, ¿cuánto y cómo impactaron las políticas públicas en las comunidades y localidades respecto a la afirmación de una cultura de derechos humanos luego del reconocimiento de las violaciones de los mismos?

PROPUESTAS DESDE LOS SITIOS DE MEMORIA EN CHILE
El 11 de octubre del año recién pasado, un conjunto de sitios y comunidades de memoria elaboraron una carta dirigida a los diferentes candidatos a la Presidencia de la República. Esta misiva confirma la difícil situación de los sitios en Chile y la agenda de éstos en el debate público. El financiamiento parcial por parte del Estado es uno de los primeros escollos. Si bien es cierto hay algunos sitios de memoria que contemplan financiamiento directo, como Villa Grimaldi y Londres 38, esta medida ha significado, por un lado, exponer la desigualdad con otros sitios más pequeños que no logran solventar las actividades mínimas para el mantenimiento, gestión, preservación y promoción de la memoria y, por otro lado, el compromiso y la responsabilidad estatal para con los sitios de memoria en Chile.

El diagnóstico general responde a que la política pública ha sido la ausencia de una política, la falta de una estrategia en materia de memoria y derechos humanos que coordine a diferentes instituciones de la sociedad civil y el Estado. Ahora bien, ¿cuáles son los lineamientos o ejes centrales que podría tener una política pública desde el Estado? Los sitios de memoria ya lo han definido en su carta a los presidenciables: reconocimiento de sitios demandados por comunidades de memoria, apoyo en la gestión y funcionamiento de los sitios basado en la autonomía de las comunidades, asegurar un financiamiento estable, promover la investigación y la producción de conocimiento, visitas a memoriales en el currículum de la educación en derechos humanos y definir una política de archivos que conste en la apertura y acceso público a lo largo del país.

Hasta el momento, parece que estos temas quedaron atrás junto a la agenda de los 40 años del golpe de Estado; no obstante, seguirá siendo urgente no sólo para coincidir con el derecho internacional, sino también, y sobre todo, para que se termine con situaciones de precariedad de las comunidades de memoria, factor central en el avance de una cultura de derechos humanos como la base de la convivencia social a partir de los sitios de memoria. Si el Estado invirtió fondos públicos en la construcción de memoriales, no se espera que los sitios resulten en mausoleos personales, sino que preserven y promuevan la memoria para una cultura de derechos humanos. Sin esto, dilemas éticos y políticos, como los suscitados en septiembre de 2013, seguirán repitiéndose.

http://www.elmostrador.cl/opinion/2014/02/11/comunidades-de-memoria-el-desafio-de-las-politicas-de-derechos-humanos/