Escribir sobre el cuadro político de estos días no es fácil. Fue algo así como una obra de teatro que se fue montando poco a poco, donde, de pronto, se desencadena un conjunto de acontecimientos que dibujan la antesala del rito catártico: la sustitución de un candidato, de un rostro por otro, de un buen gerente a un político profesional.
La llegada de Michelle Bachelet y su modo de marcar la agenda pública, la Concertación re-articulándose internamente con las primarias y próximas elecciones, Andrés Allamand y Laurence Golborne luchando por el posicionamiento en primarias, Marco Enriquez-Ominami guardando sus “cartuchos” para luego de las primarias, y un Marcel Claude representando a una izquierda extraparlamentaria cada vez más carente de apoyo electoral pero también más diversa y compleja, arman un escenario presidencial donde es la presidenta la que marca la pauta. En este cuadro, Longueira viene bien, pues perfila un escenario que con Golborne era más incierto para la UDI.
Con la caída de Golborne se expusieron los líderes con potencial presidenciable. Por la mañana, aún antes de las reuniones que pusieron fin a la candidatura, Jovino Novoa, que había sido un férreo defensor de la candidatura de Laurence Golborne, ya avizoraba en una entrevista a dos posibles candidatos de la UDI: Evelyn Mattei y Pablo Longueira. Con Allamand en la contienda, se muestra cómo el recambio político en la derecha chilena cristalizó el día de ayer. La “Patrulla Juvenil” vuelve a la carga en la derecha, algo así como una nostalgia noventera, pero en su versión 2.0.
Pablo Longueira, su conferencia de prensa sobre las graves fallas en las cifras públicas emitidas por el INE, su posterior renuncia al Ministerio de Economía y, finalmente, su ascenso a la candidatura presidencial de la UDI, fue un proceso ritual que manifestó públicamente cómo una forma de liderar políticamente se impuso sobre otra y ocultó, a su vez, muchas cosas importantes. Tendió un manto sobre los negocios de Golborne, ahora todos hablamos de Longueira, pocos de los negocios ocultos del otrora candidato. La política es dura, tal como Laurence Golborne declaraba en la última entrevista televisiva que dio como candidato a la presidencia, pero ¿por qué fue la relación con los negocios lo que significó su caída? Golborne era un gerente, un hombre de negocios que llegó a la política desde el mundo empresarial. Los dueños y la empresa había cambiado, pero él seguía siendo un eficiente y simpático gestor de oportunidades y solucionador de problemas. Entonces, terminaba siendo un gerente, un representante, algo así como un vocero de ciertos intereses de la UDI.
Pero cuando de política estamos hablando, el problema de la lógica gerencial del management es que no entiende el doble movimiento de la representación. La representación no es mero reflejo de los intereses de los agentes, sino que requiere una dimensión que lidere y motive a los agentes. En la carencia de liderazgo radica la falta de la legitimidad que es construida con años de trabajo en equipo, de esfuerzo, de victorias y derrotas políticas. Si bien Golborne solidarizaba con su sector, nunca lo lideró. Bien lo dijo Longueira, para él todo partió hace 30 años. Para Golborne, recién hace tres.
fuente: http://realismovisceral.cl/verarticulo.php?id=199&comentado=no